En la actualidad, el mantenimiento de campos deportivos, especialmente aquellos con superficies de césped natural, híbrido o artificial, representa un desafío considerable en términos de consumo de recursos y optimización de condiciones para el juego.
Tradicionalmente, los sistemas de mantenimiento de césped se basan en programaciones fijas y uniformes que no consideran las variaciones microclimáticas ni las condiciones específicas de diferentes zonas del campo. Esto conduce a un uso ineficiente de recursos como el agua y, a menudo, resulta en la sobresaturación o el secado desigual del césped, afectando su calidad y la uniformidad del terreno de juego.
La problemática central radica en la falta de soluciones tecnológicas avanzadas que permitan un monitoreo y control precisos y localizados de las condiciones del césped. Los métodos convencionales no permiten adaptar el riego y otros cuidados a las necesidades específicas de diferentes áreas del campo, hecho que puede comportar problemas como la formación de hongos debido a la humedad excesiva o al deterioro del césped por falta de agua.
